POR BRUNO BOYEGA
Más allá del glamour, la moda evidencia ingenio, intención, visión y producción. Y a México le ha tomado poco más de 20 años entender esta promesa full package —tras la salida de las maquiladoras más importantes—; hoy el país refuerza la industria Textil-Vestido con la mayor mano de obra femenina en el sector manufacturero y con nuevas generaciones de diseñadores que velan por la identidad, la tradición y el desarrollo de sus relaciones comerciales en un marco político-económico ideal, de acuerdo con Víctor Rayek, presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (CANAIVE).
<<La mano de obra mexicana de este sector es más productiva que la de Asia y genera una mayor riqueza. La productividad de la industria nacional, medida como PIB por hora, es de 18.53 dólares, por encima de China, Vietnam Indonesia, India y Bangladesh.>>
De acuerdo a información de la CANAIVE, tan sólo en el tercer trimestre del 2018, la industria Textil-Vestido de México participó con el 2.04 por ciento del PIB manufacturero nacional y registró más de 335 mil empleos ante el Seguro Social basados en la actividad de 8 mil 400 empresas. Es por ello que ahora, el sector agudiza su potencial a través de los ajustes del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TLCAN) —de los menos afectados en las renegociaciones— al mismo tiempo que se fortalece a nivel internacional a través de 12 acuerdos de Libre Comercio con 44 países.
No obstante, aunque esta industria reporta un total de exportación de 9 mil 300 millones de dólares de productos confeccionados en México y 885 millones de dólares en inversión extranjera directa entre 2013 y 2017, su impacto se pierde en la ambigüedad de sus cifras, de acuerdo a Anna Fusoni, cuya trayectoria de 40 años como crítico de moda y fundadora del Foro de Creatividad y Diseño, Modapremio, la valida como una figura influyente de este ámbito.
<<El problema de los rubros de exportación es cómo clasifican textiles y prendas en la misma categoría, todo se mete en un sólo jarrito y luego no sabes qué se exporta. Por un lado tienes la parte de maquila, que no es moda, ya que estás haciendo las ideas de alguien más, y por otro, los textiles en los que entra la producción de fibras naturales y sintéticas, la hilandería, tintorería, la alta costura e incluso hay quienes incluyen el calzado.
<<En 1995, México era un país esencialmente maquilero para Estados Unidos y no se preocupaba ni se preparaba por ser full package; fue hasta la crisis que se desató cuando las principales maquilas se fueron del país —luego de que ya no fuéramos un país costeable para ellas— que se evidenció que no teníamos un plan de contingencia. Nuestra gente no desarrolló habilidades para un autosustento, por lo que las maquiladoras se quedaron inactivas. Así, pasamos de ser una industria que hace 20 años generaba más de un millón 430 mil empleos, a una que hoy apenas ostenta 340 mil.>>
Han sido las nuevas generaciones las que han dado nuevos bríos a esta industria (90% son Pymes) con una mentalidad de desarrollo simultáneo entre la industria textil y la del vestido. Hoy México se ha convertido en el sexto exportador de prendas a EE.UU. y el número 13 en el mundo, gracias al auge del fast fashion.
RECUPERAR LA IDENTIDAD
Exaltar la cultura y promover el uso de textiles tradicionales se han vuelto parte de las prácticas actuales del diseñador y del consumidor de cada nación, por lo que la identidad del mexicano se reafirma con las circunstancias socio-políticas que impactan la cultura pop.
<<El rescate de la tradición indígena y el orgullo mexicano se ha hecho más evidente a raíz de las políticas implementadas por Donald Trump; la gente ha comenzado a asumir una identidad más nacionalista. Diseñadores como Carla Fernández, Carmen Rion, Lydia Lavin, Rosario Mendoza y Francisco Cancino se han vuelto estandarte de este movimiento, posicionando producto artesanal contemporáneo.
<<Sin embargo, no puedes respaldarte sólo en eso, es necesario ofrecer calidad de confección y diseños atractivos, que se note el trabajo que hay detrás, pues de nada sirve que uses como palanca de venta el apoyo a comunidades indígenas y la identidad de las telas si tu prenda no lo refleja.>>
Otro factor que se necesita aclarar en pro de la recuperación de la identidad ante el fast fashion y el sentido de moda globalizado, es el hábito de consumo, pues de acuerdo a la también consejera de la Mesa Directiva 2019-2020 de The Fashion Group International, el mexicano se ha transformado en un ente demasiado consumista.
Las recomendaciones para las mejores prácticas en esta industria se centran en la perseverancia y en entender que es un negocio a largo plazo, y que si no deja el 35% de retorno a los seis meses (esperado por cualquier inversionista), no debe descartarse.
<<Aunque estamos en un muy buen momento para emprendedores en moda en México y para el posicionamiento del diseño nacional, nos falta un plan de acción de apoyo gubernamental, y no creo que suceda, pues ni siquiera ProMéxico entendió cómo se promueve la moda.
Debe ser a 20 años y ProMéxico pensó que hacer una pop-up store en París un 14 de julio era la varita mágica, cuando la realidad es más compleja, debe haber un programa de apoyo como lo tienen los italianos, españoles y colombianos, y no pedimos ciencias ocultas, sólo una estrategia que permita dar el brinco.>>
Por su parte, Víctor Rayek, considera que debe contemplarse el esfuerzo que hacen las autoridades por defender el mercado nacional y establecer un sentido de justicia ante prácticas desleales de comercio (importación ilegal y el contrabando). Además, él recomienda legalizar el empleo informal en este rubro, que se da en una proporción 2:1.
INDUSTRIA POLÉMICA
La contaminación y la explotación laboral aún pesan sobre esta industria, por lo que todos los actores relacionados deben convertirse en agentes de cambio. En términos de condiciones laborales, México cuenta con el salario mínimo más bajo de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), con un rango de apenas 0.60 dólares por hora, cifra inferior a los niveles de países como Chile, con 1.84 dólares, y Turquía, con 2.30 dólares, economías similares a la mexicana.
Estos puntos han puesto en marcha distintos análisis, métricas y mecanismos de gestión para la mitigación de dichos impactos, así como para encontrar soluciones y alternativas donde la responsabilidad social y ambiental, la ética, la colaboratividad, la interconexión de industrias y la resiliencia jueguen un papel fundamental para el logro de economías naranjas sostenibles y circulares.
En términos de consumo, el comprador ha ido evolucionando su percepción y hábitos desde el despunte tecnológico; las prácticas de hoy no eran las de hace 30 años, la moda en ese entonces era un concepto distante en México, la industria como tal no existía, pero sí la de confección; eran dinámicas distintas, otro mundo.
Por el lado de la contaminación, los patrones de producción y consumo acelerados y desmedidos, se identifican como algunas de las principales causas del deterioro ambiental del planeta desde la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Johannesburgo en 2002.
La industria de la moda en México, además de ser un sector significativo para la economía nacional, tanto en términos de generación de empleo como de exportaciones, también está entre una de las industrias manufactureras más contaminantes. Ramas como las del papel y la celulosa, de productos químicos, refinación de petróleo, hierro y acero, y automotriz, posicionan a México desde la década de los años noventa del siglo pasado con tasas de crecimiento de contaminación mayores a las de Estados Unidos de América,
Canadá y otros países de la OCDE. <<Esto no es propio de México, es un problema a nivel mundial, triste, sí, pero ya se está haciendo algo al respecto y las nuevas generaciones cada vez más exigen que las marcas sean conscientes de sus procesos o las sabotean.>>
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