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Buscando el equilibrio

POR Jenifer Maciel Ávila, Relacionista público.


Toda la actividad humana impacta en su entorno y los recursos disponibles en este, el reto urgente hoy es que estos últimos no sean presa de una explotación descontrolada, sino que sean vistos como lo que son: elementos fundamentales para la supervivencia humana. Desde una computadora encendida las 24 horas, hasta un derrame de petróleo en el mar, todo afecta, y aunque la escala de ese daño es distinta, sí es tarea de todos encontrar el punto medio entre el beneficio económico y el bienestar a largo plazo.



Aunque no es un tema nuevo, fue hasta hace relativamente pocos años que se vio la urgente necesidad, no solo de replantear, sino de actuar en consecuencia, en pro de alcanzar un modelo de producción, en todos los ámbitos, basado en el equilibrio, en el aprovechamiento máximo de los recursos, sin comprometer su existencia en el largo plazo.


Fue en la década de 1960 cuando se habló por primera vez del futuro que esperaría a la humanidad si esta no cambiaba a la sobreexplotación por el aprovechamiento responsable. La bióloga Rachel Carson publicó en 1962 su libro Primavera silenciosa, que fue el detonante para la conversación en torno a la contaminación y el cuidado del medioambiente. Ese tomo, en el que se advirtió sobre una futura primavera sin el canto de las aves, y por lo tanto en silencio, señaló la importancia de reconocer y atender el proceso degradativo de ecosistemas, recursos naturales no renovables y calidad del agua y del aire, ocasionado por las pujantes industrias manufactureras, maquiladoras y de transportes. Ahora, seis décadas después, a todas ellas se deben agregar la criptominería, sector de reciente creación cuyo consumo anual de energía eléctrica, tan solo para Bitcoin, es igual al de Tailandia.


Ante este panorama, en el que hay una conciencia mayor, pero también un aumento en el consumo de todos los bienes y servicios, instituciones gubernamentales y privadas se han planteado que los procesos empresariales deben estar regulados por criterios ambientales, sociales y de gobernanza, también conocidos por las siglas ASG, que se toman ahora como los tres pilares para la administración y aprovechamiento consciente de los recursos no solo humanos y económicos, sino ambientales, que son la base para que los dos primeros realicen sus procesos y mantengan los medios de vida que dan forma a la sociedad.



Lo anterior ha llevado a modificar los indicadores bajo los que se mide el éxito de una compañía. Por supuesto, lo económico no sale de la ecuación, sin embargo –e incluso en el mercado bursátil–, la visión ASG tiene un lugar cada vez más central como factor de medición de logros de la empresa.


De acuerdo con el diario The Wall Street Journal, en el primer trimestre de 2021 casi se duplicó la inversión en fondos que tienen a los principios ASG como base. El monto alcanzado fue de 21 mil millones de dólares, algo que se convirtió en un indicador primordial para todos los nuevos emprendimientos y startups en el mundo: no solo se debe buscar innovar en cuanto a productos y servicios, sino en la forma en que estos cuidan de lo ambiental y la sociedad, y provienen de un cuerpo empresarial genuinamente preocupado y ocupado en esos temas.


Según la Convención Contra la Corrupción de la Organización de las Naciones Unidas (UNCAC, por sus siglas en inglés), es importante que se implemente vigilancia también hacia adentro de la compañía, sin importar su tamaño, para asegurar que, en todo momento, esta busca regirse por un actuar ético, responsable y legal. Respecto a lo anterior, Iñaki Albisu, Coordinador Regional para América Latina y el Caribe de la UNCAC, dijo: «Que la empresa tenga los medios para prevenir y mitigar cualquier caso de corrupción es lo más básico», sobre todo al tomar conciencia de que Latinoamérica es una región «en la que la mayoría de las empresas son medianas o chicas.


Tal vez no son las que más representan en porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), pero de alguna manera son las que más empleos otorgan, las que más impacto tienen sobre una economía particular, son proveedores de grandes empresas, son consumidores de las grandes empresas».


Esta importancia económica de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) en México y la región, lleva atención al hecho de que la ASG no es un concepto que incumba únicamente a las grandes compañías sino que va a todo nivel debido a que los negocios están interconectados. Así, el incumplimiento de normas ambientales por parte del sector extractivo, el abuso laboral en las maquiladoras y el poco o nulo compromiso de los directivos para atender estos problemas, tienen un impacto expansivo.


Lo anterior, sin embargo, pocas veces pasa desapercibido en la actualidad. No se debe olvidar que, al menos en la dinámica de inmediatez de las redes sociales y medios de comunicación, los temas que resultan condenables se mueven y actualizan rápidamente. Lejos está aquella época en la que había pocos cuestionamientos hacia el proceder de las empresas y, esos pocos, eran acallados rápidamente. Hoy no solo hay cada vez más ordenamientos y leyes que regulan la transparencia y las buenas prácticas, sino que hay una mayor atención y conciencia por parte de la sociedad civil general y organizada.


«Para mí», añadió Albisu, «la transparencia se debe encarar desde el punto de vista social– civil. Crear conciencia en la ciudadanía sobre cómo deberían operar también las pequeñas empresas y exigir a las pequeñas empresas, con las que tienen trato, establecer estas cuestiones de integridad empresarial».



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