POR JOSÉ ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ
«EL HONOR MÁXIMO ES DE AQUEL QUE NO LO PRETENDE. NO SE DEBE
PREFERIR SER COMO EL JADE, SINO COMO EL MÁS VULGAR GUIJARRO».
LAOZI, TAO TE CHING.
La justa medida de la calidad en el management, parece que está directamente relacionada con la supervivencia de una empresa.
Los datos en México nos arrojan unas cifras poco optimistas, puesto que la vida media de un negocio en nuestro país es de 7, 8 años, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía INEGI. Cabe entonces preguntarnos cuáles son las mejores prácticas, que permitan garantizar la longevidad de una empresa.
La respuesta no llega desde una considerable distancia, de miles de kilómetros, desde tierras japonesas, no en vano, la empresa más longeva y exitosa según el modelo de pervivencia se llama Kongō Gumi Co. Ltd., su historia, es un ejemplo del nexo entre oportunidad, perseverancia y excelencia en el servicio.
Fue en los inicios del budismo en Japón, allá por el año 578 d.C., es decir hace más de mil cuatrocientos cuarenta y cinco años, cuando la empresa nipona, comenzó su andadura.
Su actividad inició de la mano de la familia Kongō, con la construcción del primer templo budista en el país, llamado Shitennō-ji en la localidad de Osaka, que aún sigue en pie en la actualidad, y que curiosamente la edificación, fue realizada por aquellos profesionales coreanos, cuya primera tarea por encargo, fue la edificación y mantenimiento de aquel templo, bajo el reinado del príncipe Shōtoku (聖徳太子 Shōtoku Taishi).
Posteriormente, después de aquel encargo, y tras el éxito cosechado por la perfección por los detalles y el respeto por su profesión, llegaron decenas de nuevos trabajos, que fueron jalonando Japón de templos budistas, que crecieron, al mismo ritmo que dicha religión en la mentalidad y el alma japonesa.
Cuando hablamos de un modelo de éxito, siempre buscamos los puntos en común, de todas aquellas empresas, que consiguen ese nivel de permanencia en el mercado, ese supuesto secreto, que, en el caso de esa empresa japonesa, es todo un secreto a voces y es compartido por miles de empresas en China, Corea y todo el entorno asiático.
Las habilidades orientales para los negocios son espléndidas y tienen otros relevantes casos de éxito, como el Hotel Nishiyama Onsen Keiunka, en Yamanashi, Japón, fundado en el año 705 d.C. y que ha tenido al frente, a cincuenta generaciones de la única familia que es y ha sido propietaria de dicho establecimiento.
Para un oriental, todo gira en torno a los clientes, para ellos son el centro del mundo, y no hay ningún esfuerzo, ni grande ni minúsculo, que se evite hacer, siempre que el cliente perciba un valor agregado.
Otra muestra de la relevancia del enfoque al cliente tiene que ver con la filosofía oriental, de una sonrisa permanente y una actitud totalmente positiva y optimista frente al trabajo.
El trabajo es considerado literalmente, como una bendición del cielo, en toda Asia, lejos de la percepción latinoamericana o incluso occidental, del trabajo como una obligación desagradable en muchos casos.
Es comprensible entonces, que la entrega a las tareas propias de cada puesto, se hagan con alma y poniendo el corazón en cada tarea, en la que por otra parte se busca una perfección sin límite, como forma de vida.
Ya es bien conocido el método Kaizen, de mejora continua, un insigne español como Miguel de Unamuno ya lo dejó claro en su máxima «para dar una vez en el clavo, hay que dar cien veces en la herradura» y ese es el modelo oriental, el de la insistencia, la búsqueda continua de la excelencia y el servicio al cliente como señas de identidad.
En Oriente, los chinos, hicieron otra aportación más y sumamente importante, al modelo de éxito oriental, otro avance del management chino, respecto a los competidores occidentales, desde el siglo VI en China, se imprimió en el carácter de toda su sociedad un modelo confuciano de imposición del bien común, por encima de intereses personales, el sacrificio oriental, que tanto nos sorprende hoy en día.
En cuántas ocasiones, no hemos visto en las catástrofes naturales a japoneses o a chinos, esperando pacientemente las colas ante los camiones de los servicios de emergencia, sin alterarse lo más mínimo, ni perder el orden de una fila de espera. Algo que choca frontalmente, con el desorden que impera en otros países, bajo el modelo del «sálvese quien pueda».
O quién no recuerda el sacrificio extremo de sus propias vidas, de los miles de trabajadores especializados que intervinieron en la catástrofe nuclear de la central de Fukushima (Japón), cuando muchos obreros entregaron sus vidas y su salud a una causa superior, como era preservar el bien común o salvaguardar la salud de sus propias familias, un esfuerzo épico, digno de elogio. El ser humano está altamente capacitado, tanto genéticamente, como a nivel emocional, para el trabajo en equipo, a modo de enorme orquesta clásica, cada persona es capaz de sumar su música profesional a un grupo superior y más elevado en tamaño o interés.
Pues bien, en China, Confucio, el maestro Kong, sentó unas nuevas bases, fundadas sobre tres pilares esenciales en el país (familia, gobernante y estado), importantes por aquel entonces y hasta hoy mismo, ampliados en sus efectos por el respeto a esas figuras y la aplicación de la ética y la moral, tanto en el comercio, como en el gobierno de las personas.
En aquel modelo chino ancestral, el verdadero liderazgo, no era teórico, sino eminentemente práctico y tenía como exclusivo punto de partida, un concepto conocido para nosotros en todas las tendencias del management actual, que no es otro que el liderazgo mediante el ejemplo. El líder oriental no predica discursos, el líder asiático simplemente es.
Fueron entonces los chinos, los precursores de la moderna cultura organizacional, llevada a un nivel superior, porque cuando trabajas los valores en profundidad, los líderes simplemente aparecen cuando son necesarios, de la misma forma que se citaba en el libro Tao Te Ching de Laozi hace más de dos mil quinientos años:
XXVII
Un buen caminante no deja huellas.
Un buen orador no se equivoca ni ofende.
Un buen contable no necesita útiles de cálculo.
Un buen cerrajero no usa barrotes ni cerrojos,
y nadie puede abrir lo que ha cerrado.
Quien ata bien no utiliza cuerdas ni nudos,
y nadie puede desatar lo que ha atado.
Así el sabio que siempre ayuda a los hombres,
no los rechaza.
El sabio que siempre conserva las cosas,
no las abandona.
De él se dice que está deslumbrado por la luz.
Por esto, el hombre bueno no se considera maestro
de los hombres;
Y el hombre que no es bueno estima como buenas las
cosas de los hombres.
No amar el magisterio ni la materia de los hombres,
y aparentar ignorancia, siendo iluminado,
éste es el secreto de toda maravilla.
El liderazgo y la reingeniería del management moderno, pasa en muchas ocasiones, por escuchar a aquellos, que ya transitaron por los senderos del mundo y los caminos de las verdaderas empresas del ser humano, que no son otras que, interactuar de manera beneficiosa para todas las partes involucradas en una transacción de cualquier índole y vincular el éxito a la capacidad innata, de ser felices mientras realizamos cualquier tarea productiva.
Y en esos temas tan relevantes, Oriente aún tiene mucho que decirnos.
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