POR BRUNO BOYEGA
Con un valor de 10 mil millones de pesos, la producción y comercialización de plantas de ornato y flores de corte es un negocio con gran potencial de desarrollo para las Pymes, que se destaca en 15 estados de la República Mexicana, y cuya visión al exterior posiciona al país como exportador clave para Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
Luego de pasar décadas en el anonimato, la industria florícola nacional se ha ganado, en los últimos cuatro años, el tercer lugar a escala mundial; domina en particular la siembra de rosa, crisantemo, gladiola, nochebuena, lilis, clavel y gerbera. Su producción, hoy en día, es igual de relevante que la de aguacate, berries y granos, siendo el Estado de México el líder en producción nacional de flores, con más de 50 mil toneladas.
Se siembran alrededor de 22 mil 700 hectáreas, pero únicamente se exporta el 10 por ciento de la producción. La rosa es la flor estrella del país, con una producción de mil 200 millones al año, de acuerdo a la SAGARPA. La calidad, belleza y aroma que distinguen a las flores mexicanas, le ha merecido un incremento de producción del 12% durante el 2018 respecto al 2017, lo que representa un superávit histórico en exportación.
En este contexto, su relevancia no es sólo económica, sino también social, pues genera vínculos afectivos y expresa sentimientos. Las formas más habituales de regalar plantas ornamentales son en maceta, en ramo o en arreglo floral. Ser florista hoy en día es un oficio que sostiene empresas familiares a micro, pequeña y mediana escala. Una florería puede iniciar con una inversión de 200 mil pesos y tener retorno en máximo un año, con una utilidad promedio del 25%.
Las florerías se han vuelto una tradición arraigada en la cultura mexicana, cuya persona a cargo, el florista, refleja creatividad y dedicación, desde el siglo 19, cuando su labor tomó un sentido artístico y comenzó a cotizarse en estratos socioeconómicos medios y altos.
La historia atribuye esta tradición al maestro jardinero imperial, Tatsugoro Matsumoto, quien llegó a México en 1896 con un modelo de negocio basado en la venta de flores como se conoce hoy. Sin embargo, las plantas ornamentales que se cosechan en México no son lo único ofrecido en este comercio, pues para que una florería sea exitosa y concurrida, la búsqueda e importación de las más peculiares, exclusivas y bellas debe ser parte esencial de sus prácticas.
Entre las flores más caras en México se encuentran las peonías, provenientes de Holanda y pueden costar 50 veces más que una rosa. Los meses de mayor demanda de flores son febrero, marzo, mayo y diciembre. Y en días en los que se celebra el amor, la madre o la navidad, se pueden vender hasta 22 millones de rosas a nivel nacional, según el Consejo Mexicano de la Flor.
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