POR Gerardo Ramírez Organista, Corredor Público 49 de Jalisco
Todo fundador de empresa aspira a la trascendencia de su empresa y aspira también a tener hijos exitosos en todos los ámbitos, incluyendo desde luego el profesional o laboral. Por lo tanto, el cuento de hadas es que los hijos se interesen por colaborar en la empresa, la conozcan a detalle y tengan la misma pasión por ella, de esta forma la empresa tendría a los colaboradores ideales y más comprometidos; a su vez, los hijos tendrían el lugar para desarrollarse profesionalmente.
Hay que reconocer la existencia de casos en donde se cumplieron esas expectativas de los fundadores, pero en otros muchos casos, los hijos colaboraron en la empresa por presión familiar y sin tener la misma pasión por ella, pero desempeñándose bien y haciendo posible la transición a una tercera generación. Y en otros casos, menos afortunados, los hijos que trabajaron en la empresa, no fueron felices cumpliendo esa labor y, además no tuvieron la habilidad para llevarla a la trascendencia organizacional.
El cuento de hadas tiene un origen histórico, desde los oficios, donde los padres enseñaban a los hijos el oficio y el hijo tenía la fortuna de aprovechar ese conocimiento, obteniendo un modo de ganarse la vida y a su vez dar continuidad a la empresa familiar. Actualmente existen muchas oportunidades de desarrollo para las nuevas generaciones y estas oportunidades se multiplican en la medida en que el patrimonio familiar lo permite. Por lo que los jóvenes tienen posibilidades infinitas y en muchas ocasiones, no tienen la menor intención de trabajar en la empresa familiar.
Por otro lado, mientras mayor sea el nivel de vida que los padres pueden dar a los hijos durante el tiempo en el que dependen económicamente de ellos, resulta más difícil que los hijos estén en posibilidad de lograr ese mismo nivel de vida de forma independiente, situación que inhibe el interés por salirse de la casa paterna; por lo tanto, la empresa familiar,
resulta muy atractiva, para justificar un ingreso que permita mantener el estatus quo de sus bolsillos.
Esta problemática es de las más difíciles de conciliar y de acomodar en las empresas familiares, lo cual considero que la forma de abordar la problemática es haciendo distinción en las distintas conversaciones que encierran estas decisiones.
Primera conversación es, el desarrollo profesional y personal de los individuos (hijos primeramente).
Segunda conversación, es la del interés por la continuidad de la empresa familiar.
Tercera conversación, es determinar el rol que los individuos pueden o incluso en algunos casos deben jugar, dentro de la empresa y el patrimonio familiares.
La primera, se da de forma natural con los hijos desde que son pequeños ayudándolos a descubrir sus habilidades y sus pasiones, como en cualquier familia. El interés de los padres en este caso debe ser, lograr que sus hijos desarrollen autoconocimiento y logren plenitud en
su vida.
La segunda, debe darse desde muy temprana edad, transmitiendo el amor por la empresa a los miembros de la familia, a través de actividades que no son motivo de este artículo, pero que diversos consultores recomiendan. Sin embargo, en muchos de los casos, los hijos no tienen interés en desempeñarse laboralmente dentro de la empresa y buscan otros caminos. Y aquí es, donde los padres deben separar el interés que tienen por la continuidad de la empresa, con el interés que tienen por el desarrollo profesional de sus hijos, porque al involucrar forzadamente a los hijos en la empresa, se corre el riesgo de que el hijo no sea la persona indicada para el puesto y que mezcle sus necesidades económicas, con la remuneración que le corresponde por el puesto que desempeña. De tal suerte, que ningún sueldo será suficiente para el hijo y la empresa estará pagando un sobre precio.
Separar estas dos primeras conversaciones y dejar las reglas claras en un protocolo familiar y en las políticas de la empresa, es clave para que ambos sistemas (familia y empresa) se desarrollen adecuadamente.
Y la tercera, reconoce una realidad, donde los hijos aunque no participen en la empresa familiar muy probablemente serán herederos de las acciones de dicha empresa; por lo tanto, deberán aprender a desempeñar el rol de accionista o incluso el de consejero patrimonial, principalmente el haber inculcado el amor por la empresa familiar y todas las experiencias de vida le serán útiles para estos efectos por lo que se recomienda capacitarlos para hacerlos socios responsables.
No existe una verdad absoluta para resolver estas problemáticas, sin embargo, estas distinciones pueden ayudar a ubicar el tipo de conversación y los objetivos que perseguimos en cada una de ellas, teniendo una mayor claridad y, por lo tanto, mejores resultados.
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